DESCARGA: La “descarga” es una expresión espontanea, informal, un desahogo, un dejar fluir emociones o ideas.
German
Patiño es un referente en el ámbito de la cultura en el Valle del Cauca. Su
“Fogón de negros” es un documento que vamos a agradecerle siempre. Por esta
razón cualquier escrito suyo tiene lectores incondicionales (entre los que me
incluyo). Por eso causa regocijo su participación en el debate empieza a tomar
forma ahora que ha cogido fuerza una tendencia que propende por el
reconocimiento de la salsa como patrimonio cultural de Cali.
Lamentablemente
su participación en el tema la hace mediante una parábola, de intención
evidentemente satírica, que nos hace
recordar los ejemplos que nos regala Jorge Luis Borges en su breve ensayo “ElArte de injuriar”. Aunque esto puede añadirle picante al asunto, le resta
profundidad. Vale aquí recordar la caracterización que hace Borges: “La sátira
no es menos convencional que un diálogo entre novios o que un soneto
distinguido con la flor natural por José María Monner Sans. Su método es la
intromisión de sofismas, su única ley la simultánea invención de buenas
travesuras. Me olvidaba; tiene además la obligación de ser memorable”. Es posible que alguno de los vainazos que nos regala
Patiño sea memorable, pero poco aporta a una discusión seria de un tema que en verdad amerita un debate de mayor
altura. Y digo que lo amerita porque nada del patrimonio cultural debe asumirse
sin una posición crítica (es decir de análisis).
Su artículo lo comienza con una verdad que pocos se
atreverían a contradecir “Tenemos problemas con
nuestros patrimonios culturales”, pero acto seguido trae a colación el caso de
los parqueaderos de la Plaza de Toros, donde
unos codiciosos negociantes quieren lucrarse sin importar el detrimento del
patrimonio. ¿Es similar esto a lo que sucede con la declaratoria de patrimonio
de la salsa? No lo creo, al menos el articulista no lo demuestra, pero pone la
carga así, ladinamente, por yuxtaposición.
También dice que tenemos
“confusiones y vivezas”. Aquí sigue por la línea de desvirtuar al argumentador
y no los argumentos, coloca a todos los que propenden por el reconocimiento de
la salsa como patrimonio en la categoría de “vivos”. Creo que por las
capacidades de una persona como Germán Patiño uno podría esperar más que eso.
Este asunto nos mete de lleno en la
ardua tarea de definir qué elementos son representativos de nuestra identidad y
cuales en cambio no son relevantes. Si la cultura es algo que siempre está
transformándose, esto en un país “plurietnico y multicultural” como nos gusta
pregonar, es mucho más complejo. Si América es un territorio de encuentros (o
encontronazos) de culturas, Cali es un digno ejemplar de este fenómeno. De
hecho, sus elites económicas y políticas provienen en gran medida, más que de
hidalgos españoles llegados en la conquista, de hábiles comerciantes
provenientes de los más diversos rincones del mundo. Es una ciudad comercial,
con mucho de puerto a pesar de estar enclavada entre dos cordilleras de los
Andes, pues Buenaventura funciona mas como muelle que como puerto. A una ciudad
así llegan patrones culturales que se arraigan y pasan a ser parte de alma
misma de la ciudad.
El fenómeno de la salsa en Cali,
que hoy nos ocupa, se inscribe dentro de la “cultura popular”, y resulta muy
difícil negar que la misma constituye un elemento de “identidad grupal” en la
ciudad y lo que es mucho más grave, a partir de la fortaleza de la
manifestación en dinámica cotidiana de
este territorio y en consecuencia del éxito de sus bailarines en eventos
internacionales, la salsa ha devenido en un elemento constitutivo de la
“imagen” de la ciudad. Que todo ese devenir desemboque
en una declaratoria de patrimonio es apenas lógico. Por ahí se hace necesario
llegar a otras precisiones: ¿Es la “peculiar forma de bailarla” o determinadas prácticas
y costumbres relacionadas con la salsa lo que se considera patrimonio? Ese es
un tema que amerita un debate del mayor rigor. Y ese debate no se ha dado.
La intervención del maestro
Patiño se limita a cuestionar que se le asignen recursos a eventos relacionados
con la salsa, a cuestionar el nivel académicos del encuentro teórico de dicho
evento y a lamentar que el estado financie el Plan Especial de Salvaguarda para
dicha manifestación. En el desarrollo de estos argumentos utiliza palabras como
estafa, vagos y camajanes de barrio. Ello
no aporta mayor claridad conceptual al asunto pero si dejan claro que el poco
aprecio a la manifestación por parte del articulista está claramente motivado
por un rechazo a quienes la portan. El
aprecio o el desprecio son un asunto personal sobre el que poco hay que decir,
cada quien lo administra según su leal entender (y no sobra suponer que cada
quien sus razones tendrá), pero el análisis de la valía y la pertinencia de la
inversión en una manifestación de la cultura popular requiere algo más que unos
sentimientos personales.
Decía al inicio que me parece
fantástica la llegada de personas como el señor Germán Patino al análisis que
este asunto merece, es algo que celebro aunque me parezca desafortunada la
manera en que ha asumido el abordaje del tema. No importa, por el camino se
arreglan las cargas, como dicen los arrieros. Quisiera terminar esta descarga,
con un toque de humor, apropiándome de
una frase citada en el ensayo ya referido de Borges, quien su vez asegura
haberla tomado de De Quincey. Se trata de un señor a quien en medio de una
discusión teológica le lanzan un vaso de agua a la cara. El agredido, con toda
flema, respondió con una frase que me gustaría poder decirle al maestro Germán
Patiño con relación a su artículo Patrimonio publicado en el diario El país eldía 1 de febrero de 2014: “Esto, señor, es una digresión; espero su argumento”.
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