En un reciente artículo Raúl Rivero expresaba su reticencia al hecho de que Cuba fuera garante de la paz en Colombia. En ese artículo vuelvo a ver un error esencial que reiteradamente cometemos los cubanos cuando analizamos los avatares de otros desde la perspectiva de nuestros propios dolores. “Los que usan la guerra para gobernar no pueden avalar la paz de nadie”- afirma en su conclusión el poeta. Nada más alejado de la verdad. El gobierno cubano gobierna como se le viene en ganas y al gobierno colombiano solo le interesa la utilidad que pueda brindarle. En cuanto a la utilidad Cuba, por un largo tiempo, ha sido un intermediario útil y serio en los conflictos de los gobiernos colombianos con sus guerrillas. Incluso el ultraderechista Álvaro Uribe sostuvo una inmejorable relación con La Habana, aunque ahora exprese preocupación por la participación de Cuba y Venezuela en el proceso.
El principal argumento que expone Rivero para inhabilitar a Cuba como garante es la cercanía histórica del gobierno cubano con las FARC. Bueno, eso de “cercanía” es un eufemismo. La complicidad o patrocinio de Cuba hacia el accionar de las FARC es precisamente el mayor activo que tienen como garantes de este proceso de paz. Las FARC creen en el gobierno cubano. Y el gobierno Colombiano cree en su seriedad. Nadie mejor para jugar ese papel. Que a los cubanos nos de rabia ver al diablo haciendo hostias es otro asunto.
A los cubanos nos cuesta entender que el gobierno de la isla tiene una forma de actuar ante los cubanos y otra forma de actuar ante los gobiernos. Se puede ser un negociador serio (hasta donde los estados suelen ser “serios”) en las relaciones internacionales entre estados y un represor ante su propio pueblo. La verdad es que a los gobiernos del mundo les importa un rábano lo que nos pase a los cubanos. El gobierno cubano les sirve o no les sirve y punto. Todas las posiciones de todos los gobiernos tienen que ver con sus propios intereses y no con las necesidades de los cubanos, lo ético o lo justo no pesa nada en este asunto. Esa es la real politik.
“La paz se hace entre enemigos” ha dicho el presidente colombiano. Y esa frase de Perogrullo es necesaria, porque hay muchos opinando desde idílicos “deber ser”, olvidando que esta es una guerra terrible, larga y sucia. En la misma todos los actores han violado los principios del derecho internacional humanitario. Quienes sean garantes en el proceso tienen que ser de la confianza de los “enemigos”. Por eso están Cuba con Venezuela por un lado y Noruega con Chile por el otro. Noruega tiene una importante experiencia y credibilidad en eso de ser mediador, lo cual lo hace un actor relevante, a pesar de las distancias físicas y de intereses. Ojalá resulte. No hay garantías.
Personalmente creo (y ojalá no crea con las ganas, riesgo siempre presente) que hay alguna seriedad en este proceso, que hay posibilidades. Los mismos planteamientos de las FARC han cambiado sustancialmente y se aproximan a lo que la sociedad colombiana y el mundo contemporáneo pueden aceptar. Digo “se aproximan” comparando con posiciones de la anterior negociación. Desde luego nada está hecho, la negociación está por realizarse, los puntos de desencuentro son muchos y difíciles de salvar, por lo cual hay innumerables posibilidades de fracaso. Pero hay también posibilidades de éxito y quitarle actores al desangre de este país es algo por lo que vale la pena correr riesgos.
La frase “tragarse sapos” en Colombia refiere ese acto en el que alguien se aguanta estoicamente situaciones que no comparte o le disgustan. Cuando alguien se traga un sapo lo hace en procura de un bien mayor, siempre obligado por una circunstancia. Este proceso de paz para ser exitoso necesita convertirse en un banquete de sapos. Cada una de las partes ya ha comenzado a ingerir los que les corresponde, pero faltan una buena cantidad. La recompensa por ese ingrato festín sería el desmonte de una guerra interna que mata, mutila y enferma a miles de colombianos humildes (de cualquier bando que empuñen el fusil, los que combaten y mueren siempre son los pobres) y además se consume una descomunal tajada del presupuesto nacional. Aquí estamos en una situación donde es pertinente invertir una manoseada frase de José Martí y clamar porque no se gaste en pólvora lo que hace falta para pan. Para lograr el propósito de lograr la paz en una de las tantas guerras que vive Colombia, también los cubanos tendremos que tragar algunos batracios.
Por otro lado no podemos creer mansamente que Cuba accede a estar en ese juego por “intereses, compromisos, complicidades de los cubanos con los
guerrilleros colombianos” como sugiere Rivero. El gobierno cubano (que por comodidad y síntesis en este artículo en ocasiones denomino de manera imprecisa como Cuba) llega a esta mesa por sus propios intereses. Cuba fomentó el movimiento guerrillero en Centro y Suramérica cuando le convino y fomenta la paz (desde los acuerdos de paz en el Salvador) por el mismo motivo: sus intereses. Los movimientos insurgentes han sido usados por La Habana en estricto apego a las necesidades de La Habana, de nadie más. En estos momentos de penuria los dirigentes cubanos solo piensan en la sobrevivencia de su predominio en la isla. Aquí, en el juego de garantes de la paz ganan espacio político, reconocimiento y quien sabe que otro favorcillo por debajo o por encima de la mesa. Tal vez hasta sinceramente quieran buscarle alguna salida a sus amigos guerrilleros ante la perspectiva de que la toma del poder no es una opción que se avizora como posible por la vía de las armas; pero primero lo primero: ellos mismos, no nos engañemos. Si para ello tienen que sacrificar a sus viejos amigos, pues así lo harán. Remember caso Ochoa y los hermanos La Guardia.
Para los colombianos llegar a la paz será un camino largo, doloroso y complejo. Las posibilidades de fracaso son altísimas, los obstáculos a salvar monstruosos, los enemigos internos de la paz que se lucran de la guerra son muchos y la necedad de los humanos infinita. Por este conglomerado de circunstancias y ante varios artículos que de una u otra forma se muestran reticentes ante la participación de Cuba como garante del proceso de negociación entre el gobierno colombiano y las FARC es que pido a los cubanos que “descastricemos” estas negociaciones. El gobierno cubano puede jugar un rol benéfico en el proceso de diálogos y aportar a una solución negociada del conflicto. Y tal vez con ello reciba algún beneficio, de cualquier tipo. Traguemos ese sapo amargo como una ofrenda por las vidas que salvaría la paz. Confiemos en la sagacidad de los gobernantes colombianos y en su capacidad de hacer una negociación útil para su gente. Aportemos en la creación de un estado de opinión positivo para la paz. No sé si ese estado de opinión sirva de algo, pero a veces la opinión facilita rutas. Tampoco sé, sinceramente, si es mucho pedir. Creo que la generosidad con que los colombianos han acogido siempre a los cubanos, merece un gesto de parte nuestra. Entendamos que un fracaso de este intento de paz perjudica a todos los que participan en ellas, incluyendo a los garantes interesados, pero sobre todo perjudica a los millones de colombianos que cada día corren el riesgo de ser un “daño colateral” del conflicto armado.
Desde esta perspectiva, si las negociaciones de la paz en Colombia resultan exitosas “los que usan la guerra para gobernar” avalarán la paz y los cubanos nos tragaremos ese sapo. Algunos lo tragaremos hasta con alegría o al menos con alivio, pensando en el horror que deja atrás Colombia con semejante paso.