miércoles, 14 de octubre de 2009

Dos poemas.

I

No dijo virgo o sagitario
sino cáncer
y lo dijo con el descaro
con que los médicos hablan de la muerte.

Dijo cáncer
como si no fuesen mi cuero
mi vida
y mis miedos.

Lo dijo
sencillamente lo dijo
y yo
lo escuché

sencillamente

para emprender la ruta de papeles
y quirófanos,
de burócratas y médicos
que a veces confundo.

“Eso se soluciona"- dijo
se soluciona
por un tiempo
hasta que un auto
una bala
un infarto
o un recuerdo
nos manden a la tumba.


III

Íbamos a ser como el Ché
pero de él
no supimos mucho:
una foto
unos diarios

...algunas afirmaciones en voz baja

y después

preguntas.


Íbamos a ser como él
y al final
también nos fuimos
a morir en otra parte.

domingo, 11 de octubre de 2009

CARTA ABIERTA A NATASHA.

Nata:
A pesar de tu nombre nunca te asocié con una heroína rusa, tal vez porque nos conocimos en la Casa del Té de la Habana Vieja. Entonces éramos unos loquitos felices dispuestos a comernos al mundo. La casa del té era un templo donde íbamos a expresar nuestra devoción por la vida. Así de solemnes o patéticos, así de bohemios o ridículos, así de felices. A estas alturas de la vida no se si esa es la Casa de Té que fue o o si es la que me he ido inventando con el tiempo y la nostalgia. Era no más salir del trabajo (o volarse) llegar a la casona y pedír la infusión.

No recuerdo cuando fue la primera vez que vi una obra de orfebrería hecha por ti.En esa época El máquina era nuestro ídolo. Nos deslumbraban los anillos y pulseras que hacía calentando el oro y la plata en una estufa de “luz brillante”. Por cierto, no he encontrado ese combustible en ningún otro lugar donde he estado, ¿somos los cubanos los únicos en usar “luz brillante”? En cambio recuerdo tus manos con esas pulseras. Unos antebrazos ubicuos e intemporales, no se dónde, no se cuando, como en un primer plano de cine. Ver las imágenes que pusiste en la web fue ver tus brazos y con esa imagen llegar otra vez a aquellos días en la habana de entonces.

Esta carta la hago pública y no privada como debía ser porque en el fondo no es solo para ti. Es para todos los amigos de entonces, de los que nos despedimos sin saber cómo ni cuando. Estábamos tan ocupados en vivir (o en sobrevivir) que no nos dijimos tantas cosas buenas que pensábamos. Ahora ya no nos encontramos en La Habana, sino en La Web. En estas páginas los saludos no son de besos, en las despedidas no se palmea la espalda, nadie a escondidas le hecha a uno jengibre bien picante en el té, Alexis no manda abrazos sino abracos, Arturo aparece en Londres con su misma cara de Arturo, Carrigán desde Canadá tiene una cara de tipo serio que a uno casi olvida la clase de jodedor que es, a Sariego le dio por ser papá y a Chago por su blog. Sanfield, Moya, Lázaro, Sandra, Perla, Rafa, Yohana –y todos los demás que harían un listado largísimo- aparecen de vez en cuando para alegrarnos las entradas a internet. De otros no sabemos, ¿dónde están?

Para todos unos abrazos apachurrantes y gracias por lo que compartimos, gracias por aparecer. A cada cual con su arte y con sus dones: gracias. Les agradezco lo mucho que me regalaron. A ti Nata, felicitaciones por esas piezas tan pulidas que me funcionaron como una máquina del tiempo. Aunque suene melodramático como todo en esta carta tengo que decirles que La Habana es menos La Habana sin ustedes. La última vez que fui a Cuba llevé mi hija a Don Giovanni y fue un fracaso. Quizás andar de la mano con una hija quinceañera ya era suficiente evidencia de que demasiado tiempo ha pasado y no supe leerlo a tiempo.

Hoy, desde Los Andes, con un gorrión del carajo, les digo que son parte de mis nostalgias y de mis alegrías. Pongan el la web sus noticias, sus obras, sus comentarios, cualquier cosa, cuando puedan, cuando quieran, déjense ver... por ello les estaré agradecido



Camacho