Se equivoca Carlos Alberto Montaner cuando considera que los dos errores del presidente de Colombia Juan Manuel Santos que lo tienen en riesgo de perder las elecciones para ejercer un segundo periodo de gobierno son: 1-Enfrentarse a Álvaro Uribe. 2- Apostar todo su capital político a los diálogos de paz con las FARC. La verdad es que errores ha cometido muchos en la presente campaña electoral el actual presidente de los colombianos que aspira a su reelección, pero esos dos que se le señalan son tal vez sus principales aciertos políticos, a pesar de que sin dudas implican un costo electoral. Distanciarse de los modos de expresidente Uribe (que no de las políticas, porque han sido muy similares) le ha significado a Santos una pérdida de un considerable caudal de votos, pero ha sido una acción que ha mejorado el ambiente de tolerancia, respeto e institucionalidad en el país.
Santos no es carismático ni
genera confianza. Tienen un talante conciliador que en una cultura machista se
aprecia como una debilidad. Le dio un pésimo manejo al paro agrario, llegando
incluso a negar su existencia. No ha confrontado decididamente la campaña
negativa que su ex socio le ha hecho y ha tenido una gerencia de la campaña
electoral débil. Santos no es en resumen un buen candidato ni ha manejado
brillantemente su campaña. En eso razones hay para desconfiar de sus
posibilidades de triunfar.
Es cierto que Uribe encarna la
rabia que las FARC han cultivado en el corazón de muchos colombianos con sus
violaciones a los derechos humanos. También hay rabia en el corazón de
infinidad de colombianos que han sufridos las violencias ejercidas por agentes
del estado o por criminales vinculados a estos. Dolor hay mucho en la sociedad colombiana, porque
son muchas fuentes que lo producen. Uribe
hace política apelando a sentimientos que nacen de ese dolor como la rabia, el
miedo y la venganza. En un país que lleva (solo por hablar del último ciclo que
comenzó con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán) más de 50 años en una guerra bárbara,
saturada de todas las degradaciones, es normal que haya sembradas en el
conjunto de la sociedad esas emociones. Un líder sagaz y carismático es capaz de sacarlas a flote y aprovecharse de ellas políticamente. Conocer la psicología
colectiva y hacer uso de eso para acceder y preservar el poder es algo
frecuente. Lo han hecho, por poner dos ejemplos notorios, Adolf Hitler y Fidel
Castro, con las consecuencias terribles para los pueblos
que caen en esa trampa.
El porcentaje de abstención superior
al 60% nos habla de un mayoritario descreimiento de los colombianos hacia la política
y los políticos en contienda. Contribuye a ello el ambiente de guerra sucia, polarización y mentiras que ha prevalecido en la
actual campaña. Los sistemáticos ataques de Álvaro Uribe a todas las
instituciones que se niegan a actuar según sus designios, como ha ocurrido con
la corte suprema de justicia y la
fiscalía, le han hecho un grave daño al respeto a la institucionalidad del país.
Los ejemplos que da un caudillo carismático ejercen un gran impacto. En este
caso, el impacto es de signo negativo y cae sobre una institucionalidad ya
erosionada por un largo historial de fragilidades.
Apostarle a la paz tiene un
costo político porque hay poderosos beneficiarios de la guerra que harán toda
la resistencia posible. Así suene a frase de cajón la paz tiene enemigos y no
son enemigos pequeños. Basta leer la prensa para encontrar evidencias de esto.
Pero la guerra consume valiosos recursos económicos, genera `problemas sociales
gravísimos, como el desplazamiento forzado y acaba con miles de vidas humanas. La
apuesta de Juan Manuel Santos por lograr un acuerdo de paz con las FARC no una
mera estrategia electoral, es un sueño de país. De hecho quien convirtió este
tema en centro del debate electoral fue precisamente Uribe al atacarlo frontalmente
desde el primero día. Ahora, en la segunda vuelta, ante las evidentes simpatías
que gana el proceso de paz, resulta que el candidato Zuluaga se contradice con
su discurso anterior y afirma que el también es partidario de la paz, es decir
trata de apropiarse del tema.
Esta campaña que presenciamos en Colombia ha sido mediocre y mezquina, falta de
propuestas y llena de insultos por parte de los líderes del grupo Uribista, ha sido también una contienda que nos muestra
que esas estrategias que apelan a lo peor del ser humano funcionan. Una
elección como esta nos hace dudar de la viabilidad de la democracia y pone una
perspectiva oscura sobre la palabra futuro.