A
partir de un artículo donde Carlos Alberto Montaner cuestiona la legitimidad de
las demandas de los estudiantes
chilenos se ha generado una interesante polémica entre este y el profesor Haroldo
Dilla Alfonso. El rifirrafe ya dura varios artículos de parte y parte. En
el último de los escritos por
Montaner, este niega la existencia del neoliberalismo, “...el neoliberalismo, en realidad, no existe. Se trata de una etiqueta
negativa muy hábil, aunque falazmente construida”. Se deduce de sus palabras que concibe al termino en cuestión como un epíteto infamante que solo tiene la finalidad de desacreditar.
Para
no entrar en discusiones bizantinas convengo en no usar la palabra “neoliberalismo”
y referirme en cambio a esa noción de liberalismo que confiesa profesar el
señor Montaner, según la cual “ el mercado es mucho más eficiente y moralmente justo en la
creación y asignación de riquezas que la actuación de los comisarios guiados
por los lineamientos del partido de gobierno”. Voy a
desentenderme de las palabras “comisarios” y “lineamientos del partido” que automáticamente
inducen al universo del “socialismo”. Nada más facilista que comparar un
extremo con el otro: la ley de la selva del mercado
vs el control feudal de la economía del campo
socialista. En ese escenario que entre el diablo y escoja. Me centraré en el asunto de
mercado.
Esa noción de “liberalismo” (a
la que según Montaner sus detractores le ponen el prefijo “neo”) sostiene la
idea de que el mercado es el gran regulador de la sociedad. El problema que esa
teoría presenta en la práctica es que la “libre competencia” en la que se
sustenta no es una competencia entre iguales. De antemano se sabe quién va a perder. ¿Puede, por ejemplo, competir con
posibilidades de ganar un campesino colombiano que no recibe subsidios con un
campesino norteamericano que recibe altos subsidios? ¿Puede competir el
productor de un país con inadecuada infraestructura vial con otro que vive en un entorno más competitivo? “Que
compita en aquello en lo que puede ganar” les dicen los artífices de ese liberalismo
que no quiere denominarse “neo”. Por ejemplo, deje de cultivar maíz y cultive
flores. ¿Están dispuestas las grandes potencias mundiales a dejar de producir
los alimentos necesarios para la subsistencia de su pueblo y producir otras
cosas más rentables? De ninguna manera, los alimentos tienen una importancia estratégica
desde el punto de vista militar y no se puede ceder su control. Claro, a los países
subdesarrollados si se les recomienda que se concentren en producir aquello en lo
que no tiene competencia, que cultiven flores,
frutos exóticos, materias primas.
¿Puede competir un joven que
solo ha podido estudiar hasta el bachillerato con otro que tiene formación
universitaria? Desde luego que no. Si
quiere competir debe estudiar. Y si quiere estudiar debe pagar, según las
creencias de Montaner. El problema es que hay una inmensa mayoría que no puede
pagar. No se trata de que “sean adultos” para unas cosas y para otras no, se trata de
que no tienen la capacidad económica.
Dejar la educación
universitaria a la “libre” regulación del mercado, es condenar a los sectores
sociales más desfavorecidos a permanecer en esa condición de inferioridad. No
se trata de la capacidad de esforzarse o de la capacidad intelectual, se trata
de oportunidad. Hay talentos nacidos en esos estratos que jamás se desarrollarán,
no tendrán la oportunidad. Hay grupos sociales que requieren de un apoyo
externo para salir del círculo de la pobreza. Las becas son un paliativo, pero
la solución es una política educativa incluyente que no es posible con la
regulación "natural" del mercado.
Un país que no le apuesta a la
formación de su capital humano, pierde “competividad”, termino caro a los
liberales modelo Montaner (nada personal contra el señor Montaner, solo una
forma de decir con claridad a qué tipo de pensamiento liberal me refiero sin
decir el termino neoliberal que tanto
le molesta). La existencia o no de mano de obra calificada permite o dificulta
el establecimiento empresas y la productividad de las mismas. La formación
universitaria no solo tiene como finalidad la obtención de un empleo, tiene la
función de formar ciudadanos más capaces, con mayores conocimientos y
habilidades, que puedan agregar mejores procesos y mayor capacidad de innovación
en la producción, los servicios y la dinámica socioeconómica en general.
Cuando se exacerba la fe en el
mercado y se aplica de manera ciega, se pasa de una economía de mercado a una
sociedad de mercado. Entonces el valor supremo de la sociedad pasa a ser el
valor de cambio, es decir: la plata. Todo aquel valor que no tenga la capacidad
de convertirse en valor de cambio, es decir, en dinero, carece de importancia y
en mayor o menor medida será relegado. Eso es grave, sobre todo porque si se
cierra posibilidad de ascenso social mediante la formación y el trabajo, entonces
para los desposeídos solo queda la ruta de las lucrativas actividades ilegales.
A veces a uno le da la sospecha de la “revolución” (es decir, la transformación
de la sociedad) en Latinoamerica la hicieron los narcos y no la izquierda que
la pregonaba. Claro, que son unos los cambios que los de izquierda y otros los que en la practica de produjeron y por supuesto que cambio no es igual a mejoría; digo solo que
transformaron la sociedad: cambiaron el lenguaje, la estética de los cuerpo,
las practicas económicas y crearon nuevos ricos o pasaron pobres a clase media.
La lógica del mercado ha
generado una peor distribución de la riqueza. En los últimos diez años en los países
de América Latina donde se han implementado
los credos económicos liberales del tipo que promueve el señor Montaner, el
reducido grupo de ricos es más rico y la capacidad adquisitiva de la clase
media y de los pobres es menor. Cuando se cuestiona la ineficacia del modelo
sus defensores recurren a la comparación con el otro extremo, el modelo feudal
impuesto por el socialismo, como si la inoperancia del uno fuera prueba de las
bondades del otro. Solo recurriendo a esos malabarismos afirmarse que “el mercado es
mucho más eficiente y moralmente justo en la creación y asignación de riquezas”.
¿Es moralmente justo el sistema con el que se están haciendo la distribución
de la riqueza hoy? ¿Es posible decir semejante cosa sin sonrojarse?
Los cuestionamientos a los
preceptos liberales del tipo que Carlos Alberto Montaner profesa no son sofismas
inventados solo para desacreditar al pensamiento liberal, son desacuerdos concretos
con unas prácticas inequitativas que lesionan el tejido social, con un credo económico
que beneficia a los fuertes y perjudica a los débiles. Si ese es el pensamiento
liberal, nuestros liberales son muy conservadores, acogiéndome a la más
peyorativa de las nociones de conservador
que exista.