martes, 2 de octubre de 2012

LA DESCARGA.


Descarga primera: donde expongo la sinrazón de la descarga y advierto que puede seguir lloviendo.

La “descarga” es una expresión espontanea, un desahogo, un dejar fluir emociones o ideas. Si bien el termino parece haber nacido en el mundo de los músicos, contexto en el que lo recoge el Diccionario de la Real Academia  Española  (… Actuación musical, espontánea o programada ... ante un público reducido), pronto fue usada en otros ámbitos. No sé si la vocación jazzística de tantos músicos cubanos tuvo que ver  con esta práctica, pero lo cierto es que resulta normal que varios músicos se reúnan entre sí o con pocos amigos para “descargar”, es decir, improvisar, tocar lo que se les venga en ganas sin mayor ensayo o compromiso. De ahí debe haber nacido la costumbre de llamar descarga al momento en que a un instrumentista hace un solo dentro de un número. O quién sabe de dónde lo apropiaron, el caso es que ahí está el síndrome de la descarga. Y anda regado por el mundo, en el corazón de todos los cubanos que un día “cogieron su hembra, su apero y su arreo” y siguieron “el camino del pueblo hebreo” en busca de “otra luna”.

Siguiendo esa línea,  cualquier charla llena de espontaneidad y simpatía es una descarga. El día en que uno está con una predisposición especial para compartir sus ideas y emociones, pues uno está descargoso. Descargar es abrirse a lo improvisado, lo sincero, lo creativo. Ojo: también se le llama descarga al  regaño, recogido por la que “limpia, fija y da esplendor” como acción de reprender. En ese caso también refiere a algo espontaneo, improvisado, a un desahogo, pero de rabia y de disgusto y en verdad ese tipo de “descarga” no es simpática y no le dedico más espacio.

Descargarle a una mujer es desplegar todas las habilidades de seducción, especialmente las verbales, en busca de lograr su conquista o por lo menos hacer un divertido intento. También es sinónimo de afición: se le descarga al ajedrez, a los libros, a la filatelia… a lo que a cada quien le guste, siempre con la condición de que el acto implique un poco de pasión.

Me gusta el término descarga.  Las frustraciones, las alegrías, las ideas, las visiones, las pasiones lo cargan a uno. Esa carga, aun la positiva, agota. Es necesario liberar eso, descargarse, descargar. Nada más sabroso, sano, gratificante que encontrar una guitarra, un piano, una mujer, unos amigos con los que descargar lo que se amontona en la cabeza, en el corazón o en cualquier parte de nuestra frágil humanidad. Contar la novela que no has escrito, las vidas que no has vivido aun, las pasiones que te inundan, las tristezas que te tocan, las ilusiones, las fantasías, los caminos que podrían ser.

Si, por ejemplo, suena un nombre: “María”;  en la descarga puede ser Michael Jackson, niño y negrito aun, cantando como un dios y después,  la guitarra de Carlos Santana y el coro que repite “maría, maría…” que hace crossfade con el “ave maría” entonado por Luciano Pavaroti. De ahí caemos en la novela de Jorge Isaac, se pasa por María Magdalena, quizás la única puta que todos nombran con respeto, se navega con Cristóbal Colón en la Santa María y se aterriza otra vez en La Habana, en el barrio Jesús María, en la Habana Vieja de todos los amores. Una descarga tras la fugacidad de un nombre. ¿Qué queda de todo eso? Nada. La descarga no pretende dejar nada, aunque siempre perdura el vestigio de una ruta, la ilusión de un camino que después, quizás, el descargoso se atreva a recorrer. Y si no lo recorre no importa, esas vidas posibles también son nuestra vida.

La descarga no es rigurosa, pulida ni perfecta. No es académica, verificable, justa o mensurable. Mañana no hay que ser coherente con lo que se diga hoy. La descarga es.. solo es. Aspira a tener unos destellos, un instante compartido, un chispazo y ya. La descarga no es rentable, no tiene plan ni calendario. La descarga es una terapia, una mesa de trueque, una fogata. Arrímese si gusta o escape.  Advertido está, si se asoma por aquí corre el riesgo de encontrar una  “descarga”.




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