sábado, 31 de mayo de 2014

La campaña electoral colombiana.


Se equivoca Carlos Alberto Montaner cuando considera que los dos errores del presidente  de Colombia Juan Manuel Santos que lo tienen en riesgo de perder las elecciones para ejercer un segundo periodo de gobierno son: 1-Enfrentarse a Álvaro Uribe. 2- Apostar todo su capital político a los diálogos de paz con las FARC. La verdad es que errores ha cometido muchos en la presente campaña electoral el actual presidente de los colombianos que aspira a su reelección, pero esos dos que se le señalan son tal vez sus principales aciertos políticos, a pesar de que sin dudas implican un costo electoral. Distanciarse de los modos de expresidente Uribe (que no de las políticas, porque han sido muy similares) le ha significado a Santos una pérdida de un considerable caudal de votos, pero ha sido una acción que ha mejorado el ambiente de tolerancia, respeto e institucionalidad en el país.

Santos no es carismático ni genera confianza. Tienen un talante conciliador que en una cultura machista se aprecia como una debilidad. Le dio un pésimo manejo al paro agrario, llegando incluso a negar su existencia. No ha confrontado decididamente la campaña negativa que su ex socio le ha hecho y ha tenido una gerencia de la campaña electoral débil. Santos no es en resumen un buen candidato ni ha manejado brillantemente su campaña. En eso razones hay para desconfiar de sus posibilidades de triunfar.

Es cierto que Uribe encarna la rabia que las FARC han cultivado en el corazón de muchos colombianos con sus violaciones a los derechos humanos. También hay rabia en el corazón de infinidad de colombianos que han sufridos las violencias ejercidas por agentes del estado o por criminales vinculados a estos. Dolor  hay mucho en la sociedad colombiana, porque son muchas fuentes que lo producen.  Uribe hace política apelando a sentimientos que nacen de ese dolor como la rabia, el miedo y la venganza. En un país que lleva (solo por hablar del último ciclo que comenzó con el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán) más de 50 años en una guerra bárbara, saturada de todas las degradaciones, es normal que haya sembradas en el conjunto de la sociedad esas emociones. Un líder sagaz y carismático es capaz de sacarlas a flote y aprovecharse de ellas políticamente. Conocer la psicología colectiva y hacer uso de eso para acceder y preservar el poder es algo frecuente. Lo han hecho, por poner dos ejemplos notorios, Adolf Hitler y Fidel Castro, con las consecuencias terribles  para los pueblos que  caen en esa trampa.

El porcentaje de abstención superior al 60% nos habla de un mayoritario descreimiento de los colombianos hacia la política y los políticos en contienda. Contribuye a ello el ambiente de guerra sucia, polarización y mentiras que ha prevalecido en la actual campaña. Los sistemáticos ataques de Álvaro Uribe a todas las instituciones que se niegan a actuar según sus designios, como ha ocurrido con la corte suprema de justicia y la fiscalía, le han hecho un grave daño al respeto a la institucionalidad del país. Los ejemplos que da un caudillo carismático ejercen un gran impacto. En este caso, el impacto es de signo negativo y cae sobre una institucionalidad ya erosionada por un largo historial de fragilidades.

Apostarle a la paz tiene un costo político porque hay poderosos beneficiarios de la guerra que harán toda la resistencia posible. Así suene a frase de cajón la paz tiene enemigos y no son enemigos pequeños. Basta leer la prensa para encontrar evidencias de esto. Pero la guerra consume valiosos recursos económicos, genera `problemas sociales gravísimos, como el desplazamiento forzado y acaba con miles de vidas humanas. La apuesta de Juan Manuel Santos por lograr un acuerdo de paz con las FARC no una mera estrategia electoral, es un sueño de país. De hecho quien convirtió este tema en centro del debate electoral fue precisamente Uribe al atacarlo frontalmente desde el primero día. Ahora, en la segunda vuelta, ante las evidentes simpatías que gana el proceso de paz, resulta que el candidato Zuluaga se contradice con su discurso anterior y afirma que el también es partidario de la paz, es decir trata de apropiarse del tema.

Esta campaña que  presenciamos en Colombia ha sido mediocre y mezquina, falta de propuestas y llena de insultos por parte de los líderes del grupo Uribista,  ha sido también una contienda que nos muestra que esas estrategias que apelan a lo peor del ser humano funcionan. Una elección como esta nos hace dudar de la viabilidad de la democracia y pone una perspectiva oscura sobre la palabra futuro.