domingo, 13 de octubre de 2013

Descarga V: De rumores y tentaciones…


DESCARGA: La “descarga” es una expresión espontanea, informal, un desahogo, un dejar fluir emociones o ideas.

Cuando me dicen que Gloria Castro, directora de Incolballet es una harpía tengo la tentación de creerlo,  no tanto por las historias que he escuchado sobre sus tropeles y  gauchadas con exalumnos que devienen competencia, sino porque todas las directoras de escuelas de ballet de las que tenga referencia tienen la misma fama. De la prima ballerina absoluta Alicia Alonso para abajo es un patrón que se repite. Aunque en el fondo desconozco las causas de ese fenómeno que funciona casi como un deja vu,  me atrevo a aventurar que es consecuencia lógica del trabajo de todo formador. El maestro crea su relevo, su competencia y sus contrarios en el plano artístico. También su competencia en el plano económico y de disfrute del poder. Con cuanta altura, saña, alevosía, gallardía o golpes bajos se desarrolla esa lucha determina el tipo de historia o comidilla parroquial que escucharemos. Es decir, me parece apenas natural que eso suceda.

Cuando me dicen que Mariana Garcés (ahora ministra de cultura) es una harpía tengo la tentación de creerlo, pues es tradición que las gradas por las que se asciende a ministro de cultura de cualquier país hay unos cuantos escalones conformados por cabezas que se pisan en el ascenso. En esa ruta son frecuentes las sobadas de saco, las lamidas de botas y genuflexiones diversas. También es tradición que en ese tipo de puestos se nombre a funcionarios que su mayor cualidad es no funcionar. En el Valle del Cauca en particular ha hecho carrera el nombrar en las secretarias o cargos relacionados con la cultura a señoras de “buenas familias”, con una adecuada instrucción, pero con una noción de la cultura bastante decorativa, es decir estrecha y conservadora. En consecuencia tales señoras devienen en un estorbo para el desarrollo del sector cultura. Suelen imponer políticas retardatarias, desfasadas, caprichosas o ligadas a pequeños intereses.

Cuando me dicen que en la Bienal de Danza de Cali y todo el manejo de lo acontecido en torno a la misma hay una especie de vendetta de la ministra contra la gestora cultural, tengo la tentación de creerlo. Parece ser costumbre de las elites caleñas copar los puestos de las juntas directivas de las instituciones que implican poder y dinero, para alinear las mismas en la dirección de sus intereses o caprichos, incluyendo en los beneficios a una pequeña rosca de allegados y excluyendo al resto de la población del Valle del Cauca en nombre de la cual suelen hablar. Y una vez en los puestos los amores y los desamores, los abolengos o la falta de ellos, pesan más en la decisiones que los criterios o argumentos sólidamente sustentados.

En cambio, cuando me dicen que se trata solo de una pelea entre “momios caleños”  y que gane quien gane pierde el Valle, tengo la tentación de no estar de acuerdo. Difiero porque aun aceptando el calificativo igualitario de “harpías”, se trata de una bronca en una harpía que crea y una harpía que usufrutua. La señora Castro ha creado una escuela de ballet, una compañía y ha posicionado esto a nivel nacional a base de resultados y reconocimiento por la labor. En cambio la ministra solo ha tenido buenas relaciones y oportunidades, lo que presenta como logros de gestión no pasan de ser evidencias de que ha tenido presupuestos para ejecutar. Tal vez sea un ignorante que desconozca muchos meritos suyos, pero la verdad es que no le conozco otros.

Cuando me dicen que toda esta polémica le hace daño al Valle del Cauca, pues son escasos los ministerios que han tenido representantes de esta región en los últimos años y “que vaina” que la afortunada que ha tenido acceso a esa dignidad vaya a salir con la imagen “toteada” por conflictos internos del Valle también tengo la tentación de creerlo. Cuando un territorio pone un funcionario a nivel nacional lo deseable es que este salga del puesto con la imagen fortalecida para que en un futuro sea una figura con opciones para ser nombrado en otro puesto de ese mismo orden o mayor y traiga mayores beneficios al territorio. Pero cuando el personaje nombrado no está a la altura del reto que implica el nombramiento y se dedica a cumplir sueños o caprichos, a beneficiar de manera evidente y desmedida a los miembros de su círculo, no hay manera que salga bien la cosa. Se pierde el sentido de solidaridad y pertenencia, pues en los actos del funcionario los habitantes del territorio no se ven correspondidos. Algo así como que “pa la leche que da la vaca que se la tome el ternero”.

Así entre tantas tentaciones se me da la tentación pensar que mientras tengamos líderes políticos  como los que tenemos, provenientes de unas elites miopes y rapaces o en su defecto sobrevivientes voraces de los tropeles electoreros, seguiremos dando vueltas en un circulo ciego, sin proyección hacia un futuro más amable.