martes, 16 de julio de 2013

LA EDUCACIÓN Y EL MERCADO

A partir de un artículo donde Carlos Alberto Montaner cuestiona la legitimidad de las demandas de los estudiantes chilenos se ha generado una interesante polémica entre este y el profesor Haroldo Dilla Alfonso. El rifirrafe ya dura varios artículos de parte y parte. En el  último de los escritos por Montaner, este niega la existencia del neoliberalismo, “...el neoliberalismo, en realidad, no existe. Se trata de una etiqueta negativa muy hábil, aunque falazmente construida”. Se deduce de sus palabras que concibe al termino en cuestión como un epíteto infamante que solo tiene la finalidad de desacreditar.

Para no entrar en discusiones bizantinas convengo en no usar la palabra “neoliberalismo” y referirme en cambio a esa noción de liberalismo que confiesa profesar el señor Montaner, según la cual “ el mercado es mucho más eficiente y moralmente justo en la creación y asignación de riquezas que la actuación de los comisarios guiados por los lineamientos del partido de gobierno. Voy a desentenderme de las palabras “comisarios” y “lineamientos del partido” que automáticamente inducen al universo del “socialismo”. Nada más facilista que comparar un extremo con el otro: la ley de la selva del mercado vs el control feudal de la economía del campo socialista. En ese escenario que entre el diablo y escoja. Me centraré en el asunto de mercado.

Esa noción de “liberalismo” (a la que según Montaner sus detractores le ponen el prefijo “neo”) sostiene la idea de que el mercado es el gran regulador de la sociedad. El problema que esa teoría presenta en la práctica es que la “libre competencia” en la que se sustenta no es una competencia entre iguales. De antemano se sabe quién va  a perder. ¿Puede, por ejemplo, competir con posibilidades de ganar un campesino colombiano que no recibe subsidios con un campesino norteamericano que recibe altos subsidios? ¿Puede competir el productor de un país con inadecuada infraestructura vial con  otro que vive en un entorno más competitivo? “Que compita en aquello en lo que puede ganar” les dicen los artífices de ese liberalismo que no quiere denominarse “neo”. Por ejemplo, deje de cultivar maíz y cultive flores. ¿Están dispuestas las grandes potencias mundiales a dejar de producir los alimentos necesarios para la subsistencia de su pueblo y producir otras cosas más rentables? De ninguna manera, los alimentos tienen una importancia estratégica desde el punto de vista militar y no se puede ceder su control. Claro, a los países subdesarrollados si se les recomienda que se concentren en producir aquello en lo que no tiene  competencia, que cultiven flores, frutos exóticos, materias primas.

¿Puede competir un joven que solo ha podido estudiar hasta el bachillerato con otro que tiene formación universitaria?  Desde luego que no. Si quiere competir debe estudiar. Y si quiere estudiar debe pagar, según las creencias de Montaner. El problema es que hay una inmensa mayoría que no puede pagar. No se trata de que “sean adultos”  para unas cosas y para otras no, se trata de que no tienen la capacidad económica.

Dejar la educación universitaria a la “libre” regulación del mercado, es condenar a los sectores sociales más desfavorecidos a permanecer en esa condición de inferioridad. No se trata de la capacidad de esforzarse o de la capacidad intelectual, se trata de oportunidad. Hay talentos nacidos en esos estratos que jamás se desarrollarán, no tendrán la oportunidad. Hay grupos sociales que requieren de un apoyo externo para salir del círculo de la pobreza. Las becas son un paliativo, pero la solución es una política educativa incluyente que no es posible con la regulación "natural" del mercado.

Un país que no le apuesta a la formación de su capital humano, pierde “competividad”, termino caro a los liberales modelo Montaner (nada personal contra el señor Montaner, solo una forma de decir con claridad a qué tipo de pensamiento liberal me refiero sin decir el termino neoliberal que tanto le molesta). La existencia o no de mano de obra calificada permite o dificulta el establecimiento empresas y la productividad de las mismas. La formación universitaria no solo tiene como finalidad la obtención de un empleo, tiene la función de formar ciudadanos más capaces, con mayores conocimientos y habilidades, que puedan agregar mejores procesos y mayor capacidad de innovación en la producción, los servicios y la dinámica socioeconómica en general.

Cuando se exacerba la fe en el mercado y se aplica de manera ciega, se pasa de una economía de mercado a una sociedad de mercado. Entonces el valor supremo de la sociedad pasa a ser el valor de cambio, es decir: la plata. Todo aquel valor que no tenga la capacidad de convertirse en valor de cambio, es decir, en dinero, carece de importancia y en mayor o menor medida será relegado. Eso es grave, sobre todo porque si se cierra posibilidad de ascenso social  mediante la formación y el trabajo, entonces para los desposeídos solo queda la ruta de las lucrativas actividades ilegales. A veces a uno le da la sospecha de la “revolución” (es decir, la transformación de la sociedad) en Latinoamerica la hicieron los narcos y no la izquierda que la pregonaba. Claro, que son unos los cambios que los de izquierda y otros los que en la practica de produjeron y por supuesto que cambio no es igual a mejoría; digo solo que transformaron la sociedad: cambiaron el lenguaje, la estética de los cuerpo, las practicas económicas y crearon nuevos ricos o pasaron pobres a clase media. 

La lógica del mercado ha generado una peor distribución de la riqueza. En los últimos diez años en los países de América Latina  donde se han implementado los credos económicos liberales del tipo que promueve el señor Montaner, el reducido grupo de ricos es más rico y la capacidad adquisitiva de la clase media y de los pobres es menor. Cuando se cuestiona la ineficacia del modelo sus defensores recurren a la comparación con el otro extremo, el modelo feudal impuesto por el socialismo, como si la inoperancia del uno fuera prueba de las bondades del otro. Solo recurriendo a esos malabarismos afirmarse que “el mercado es mucho más eficiente y moralmente justo en la creación y asignación de riquezas”. ¿Es moralmente justo el sistema con el que se están haciendo la distribución de la riqueza hoy? ¿Es posible decir semejante cosa sin sonrojarse?


Los cuestionamientos a los preceptos liberales del tipo que Carlos Alberto Montaner profesa no son sofismas inventados solo para desacreditar al pensamiento liberal, son desacuerdos concretos con unas prácticas inequitativas que lesionan el tejido social, con un credo económico que beneficia a los fuertes y perjudica a los débiles. Si ese es el pensamiento liberal, nuestros liberales son muy conservadores, acogiéndome a la más peyorativa  de las nociones de conservador que exista.